
Cuando Netflix anunció la adaptación de la obra maestra de Gabriel García Marquez, Cien años de soledad, a una miniserie, pocos seguidores del trabajo del escritor colombiano aprobaron este proyecto. La mayoría expresaron, y lo hacen hasta ahora, en redes sociales molestia por llevar la historia de la familia Buendía a la pantalla chica. Dudan que salga un buen trabajo. Ver para creer, dicen, como diría el apóstol Tomas.
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No solo los hinchas de García Márquez tienen reparos, sino que el mismo autor de este libro los tuvo. No creía que el texto pudiera adaptarse a una película. Se opuso a esta posibilidad, pese a que tenía respeto y cercanía al séptimo arte. En su juventud escribió varios guiones para filmes. Y otras de sus obras se proyectaron en el cine.
En la década de los 70 el actor, Anthony Quinn, ofreció un millón de dólares para la adaptación de Cien años de soledad, pero García Márquez no aceptó. “Mi deseo es que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla”, dijo en ese momento el colombiano.
Hoy con la bendición de los hijos de García Márquez, Netflix sacará adelante, con mucha presión, esta adaptación a estrenarse en el 2020.
La obra tiene mucho de ficción como de drama, o lo que se bautiza como “realismo mágico”. Pero en general es la historia de la familia Buendía desde sus inicios, que también significó la fundación de Macondo, hasta su desaparición y en consecuencia el final de ese pueblo testigo de los amores y tragedias de este peculiar clan.
No es precisamente una parentela normal, sino bastante particular, con finales trágicos y hasta absurdos.
Hay hombres inteligentes como locos, mujeres con carácter como también aquellas apasionadas y entregadas al amor hasta las últimas consecuencias.
Hay episodios mágicos que funcionan bien en el relato. Como el ascenso de Remedios, la bella al cielo. Cuando lees el texto no te parece fuera de lugar, sino una buena terminación de su historia.
O momentos cómicos. Cuando un sacerdote levita, mientras los militares toman Macondo. Uno de los oficiales agarra al cura y lo lanza al suelo, sin importarle como volaba por los aires. Estos episodios no son precisamente hechos aislados, sino que encajan bien en el relato de García Márquez.
LO CONTROVERSIAL

Lo que personalmente me parece controversial de adaptar de Cien años de soledad serán las relaciones entre personajes que hoy no son precisamente legales, sino delitos y motivos de apasionadas discusiones. Un ejemplo es el matrimonio de Aureliano Buendía con Remedios. La boda no tendría nada de malo, sino fuera que Remedios en el libro es una niña. Porque en el texto se describe que Aureliano se enamora cuando la pequeña ni siquiera tenía la menstruación y no entendía la propuesta del futuro coronel Buendía.
Y un episodio similar se da con otro pequeño más adelante, cuando se describe un baño.
Vivimos tiempos en que se debe tener cuidado con lo que se proyecta y escribe, por eso adaptar las relaciones entre primos y tíos podría fascinar, hasta generar risas en los seguidores de la obra de García Márquez, más no en el público en general.
POLITICAMENTE CORRECTO
Recuerden, por ejemplo, que HBO tuvo que aclarar que la actriz Maissie Williams, la pequeña Arya, no era menor de edad, cuando su personaje mantuvo una noche de amor con el personaje de Gendry, porque en redes sociales empezaron las especulaciones, sin siquiera averiguar la edad de la intérprete quien tiene 22 años.
Memorias de mis putas tristes, también de García Marquez, atravesó por este problema. Se acusó a la película de promover la pedofilia. El rodaje estuvo plagado de esta controversia, incluso se pensó suspenderlo. Al final se estrenó, aunque solo generó críticas regulares.
Al final llevar Cien años de soledad a una serie es acertado, porque la historia no cabría en una película de dos horas, o tres, debido a que se perderían muchas anécdotas y no se desarrollarían bien los personajes. Tendrían que hacerse como seis películas, o más, para contar toda la vida de los Buendía. Por eso hacer una serie es correcto.
El problema está en esos episodios, lo más controversiales de Cien años de soledad, seguramente a discutirse con intensidad en este proceso de creación, porque significará tomar decisiones para llevar a la pantalla chica la obra sin recortes para agradar a los lectores, o seguir el camino de lo políticamente correcto, de las apariencias, y quizás decepcionar a los fans del colombiano.