Kong: La isla calavera no es un remake o una secuela de King Kong. Solo es la historia de un simio gigante que gobierna en una territorio aún no explorado por el hombre.
Su presencia es relevante en esa isla porque ayuda a someter a seres carnívoros, desagradables y horripilantes que viven en el subsuelo. Si el mono no está, entonces ellos salen a la superficie y devora todo aquello que camine y respire.
El filme aprovecha la fuerza y tamaño de Kong para contarnos una historia de monstruos, de seres increíbles que puede o no causar miedo, y que terminen enfrentándose al final de la historia. Solo espectáculo. Usted ha asistido a un coliseo donde personajes extraños se enfrentan. Donde solo uno tiene que vivir.
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Aunque la película se promocionó así, no es difícil rememorar aquella clásica historia de simio escondido en una isla que se enamora de una bella actriz de cine. En esas películas el mono es enemigo de los humanos, más no de su corazón. En esta película puede respetarnos, si respetan la isla.
Nada recomendable
No es una cinta buena. Ni entretenida. Tiene sus momentos, pero no justifica las dos horas en el cine. Lo único bueno son las canciones rockeras de los 70, luego todo es prescindible. Ni siquiera sabemos por qué está ahí el personaje de Tom Hidleston (Loki). Se supone que es el macho alfa, rudo, que enfrenta a los monstruos, pero su presencia y la de su grupo, solo sirve para conocer el resto de seres extraños que hay en esa isla.
El director de esta película se ha preocupado más en el espectáculo, en que las hélices de los helicópteros den formas estéticas y armónicas, o que la cámara lenta ayude a darle tensión a las escenas, que en desarrollar la historia y personajes. Ni siquiera el intento de romance entre los roles de Hidleston y Larson funciona. Solo queda en intento.
No la recomendamos, pero igual saque sus conclusiones.
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— El Pirata (@ELPIRATA_CINE) 9 de marzo de 2017