Diamantes en bruto (Uncut gems) narra el desesperado camino de un adicto por conseguir dinero para hacer una apuesta.
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El protagonista suda, grita y ruega por esos billetes benditos que le permitan pagar por esa predicción ganadora del partido del domingo en la noche.
No es que sea un apostador perdedor, todo lo contrario. Acierta y gana. Incluso conspirando, gana. El problema es que el dinero obtenido y prestado se va con facilidad a la siguiente apuesta ingresando a un círculo vicioso de deudas, mentiras, engaños que alteran a los afectados con este comportamiento.
Es como si el dinero no fuera suficiente. Ganar, una y otra vez, parece el objetivo. De donde venga el dinero, no importa.
La desesperación. Ir contra el tiempo. Necesitar el dinero ahora y no mañana, se percibe bien en Diamantes en bruto gracias, principalmente, al trabajo de Adam Sandler, el adicto. Su buena interpretación ayuda entender la crisis en la que el protagonista en problemas está envuelto y no parece darse cuenta.
No es una película calmada. Todos hablan a la vez, todos maldicen a la vez, todos gritan a la vez y nos ponen en una situación de vida y muerte sin que se trate de una historia de carreras. Este es el entorno de Sandler. Así se desenvuelve en casi todas sus películas, y Diamantes en bruto le cayó como anillo al dedo.
La película está en Netflix.